Souvenirs

Por Aymara Lorente

En la pared mas amplia e iluminada del pequeño comedor de casa, debajo de repisas que se han ido convirtiendo en altar familiar, librero y vitrina, ocupa lugar preferencial uno de nuestros recuerdos de viajes mas preciados,  la sencilla y hermosa cruz de madera y plata que trajimos hace algunos años de nuestra visita a Monserrate, el monasterio e iglesia construídos en medio de montañas que parecen gigantes inmóviles, cerca de la ciudad de Barcelona en España.  Allí estuvimos con un buen amigo que vive cerca de esa ciudad.  Parte importante del disfrute de esa incursión a Monserrate fue el hecho de poder contar con su compañía, de pasar tiempo conversando y compartiendo las maravillas que nos rodeaban.  Llegamos en auto hasta donde se toma un trencito que vuela entre las imponentes elevaciones que conducen al lugar.  Nos dirigimos primero a la iglesia porque coincidimos con una de las misas donde se presenta el coro de niños que viven por años allí mismo en el monasterio, hasta que son adolescentes y la voz ya no es adecuada para esos cantos, entonces tienen la opción de quedarse a vivir allí o dejar ese que fuera su hogar temporal. La oportunidad casual que tuvimos de escucharlos fue algo indescriptible.  Aunque no hubiéramos traído nada material de esas vacaciones, todo lo que vivimos en esta región de España, particularmente en la ciudad de Barcelona, desde las visitas a las construcciones diseñadas por Gaudí, hasta la contemplación del mar Mediterráneo, hubiera sido más que suficiente.

Creo que situaciones inesperadas e irrepetibles se convierten en los mas preciados recuerdos, los verdaderos y memorables souvenirs, casi siempre conectados a encuentros con personas, la contemplación de alguna obra artística, o de algún lugar excepcional, como la eterna e interminable presencia en evolución de la basílica de la Sagrada Familia , o la impactante energía de la Fontana di Trevi en Roma, o el misterio apacible y monumental que es ante mis ojos la catedral de Notre Dame de Paris; la experiencia de pasar al lado de esta ύltima varias veces al día durante nuestras vacaciones en esa ciudad, es algo que no puedo creer u olvidar.  Pero también mucho mas llamativo a nuestros ojos de turistas puede ser la simple observación de un momento en la vida de un habitante de la ciudad en su devenir cotidiano, con esa imagen establecemos, en un flash sentimental, una conexión emocional que convierten nuestras simples vacaciones y viajes en experiencias únicas e irrepetibles.
                                                                                                                                      
Aunque muchas veces escuchamos como se habla en general de las características de algunas nacionalidades, y cuando viajamos nos advierten de las actitudes hacia los visitantes que muestran los ciudadanos de algunas regiones, pienso que muchas veces el éxito de nuestra comunicación con personas de otros lugares depende de cómo nos aproximemos a ellas.  Entre tantas experiencias agradables en diferentes ciudades,  en particular recuerdo algo que ocurrió hace dos años como  consecuencia natural de  la condición de ser turista, ahora reaparece ante mis ojos la manera tan amable en que nos ayudó una mujer en Paris.  Nos habíamos pasado el día caminando, y veníamos de regreso de la iglesia del Sagrado Corazón rumbo al hotel.  Había sido una jornada extenuante porque uno quiere verlo todo en diez días, absorber cada imagen, todos los rincones de esa ciudad que es un sueño.  Sin detenernos nos acercamos a aquella mujer joven que iba a paso rápido a reunirse con amigos, según nos explicó, pero eso no impidió que se desviara un poco de su camino para dejarnos en una posición ideal para que continuáramos mas directamente nuestro regreso al hotel.  Ibamos caminando de prisa a su lado mientras conversábamos, paradójicamente, ella celebrando a New York y nosotros alabando a Paris.  Nunca la olvidaremos, tan afable, arreglada y olorosa, con su cabello corto aύn hύmedo, apremiada yendo rumbo a su cita; nosotros, por el contrario, agotados del deambular sobre los ancestrales adoquines.  Recuerdo que después de mirar nuestro rudimentario mapa, ella sacó de su cartera un librito perfecto que encerraba mapas con todos los detalles de la ciudad.  Entonces nos mostró lo que debíamos hacer para encontrar el camino mas corto.  Ese fue un momento especial, un breve encuentro entre desconocidos en la ciudad mas visitada del mundo.  Esta persona se apartó con placer de su rumbo y de sus planes, tomándose un interés particular en ayudar a dos extraños,  mientras iba cayendo la noche y sus amigos le esperaban en algún lugar de la ciudad.


                                                                Foto de Pedro Lorente

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