Las nuevas viejas películas después de las ventiscas.

Woody Allen and Helena Bonham Carter in Mighty Aphrodite
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Mira Sorvino and Woody Allen
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Por Aymara Lorente

No sé qué haríamos los fans de las buenas películas, --me refiero a esas que no se concentran solo en exageradas escenas de acción o efectos especiales--, si no fuera por la cinematografía de otras décadas.   Afortunadamente tiene uno la dicha de que, si no le gustan las últimas producciones,  lo que se está creando en la actualidad,  puede recurrir a la filmografía americana o internacional de años anteriores.  Los viejos clásicos americanos de los 50, casi todos, los vi de niña porque esas eran las que ponían al mediodía, una y otra vez, en la televisión cubana post Castro.  Solo esas viejas películas, que yo desde luego veía con gusto, junto a las también antiguas mexicanas y argentinas.  Todo para que no sospecháramos que existía algo más moderno y diferente, ni viéramos el mundo colorido y real que palpitaba fuera de la isla-prisión después de los 60’s.

 Entre los films que disfrutamos en casa en estos días de vacaciones de invierno están dos de los años 90’s.  Uno de ellos ya lo había visto hace algunos años, se trata de Mighty Aphrodite, de 1995, dirigida por Woody Allen, por la cual Mira Sorvino logra un Oscar, muy bien ganado, por su estelar actuación secundaria; y la otra es la película East/West, de 1999, una producción francesa dirigida por Régies Wargnier.  De la primera recordaba que me había reído mucho con los simpáticos y atrevidos diálogos entre los personajes Lenny (Woody Allen), y Linda (Mira Sorvino), muy a la manera particular que este director nos tiene acostumbrados en sus comedias.  También disfruté sobremanera la realización artística en general, donde este director inserta interesantes elementos teatrales y referencias literarias, además de personajes disimiles y contrastantes.  Por todo ello siempre quise volver  a verla, y no me defraudó porque es una cinta sumamente refrescante.   En el caso de East/West, se trata de una historia basada en dolorosos e interesantísimos hechos reales, parte de la historia de los rusos exiliados, principalmente en Francia, y que son invitados por Stalin a regresar a su patria cuando termina la segunda guerra mundial.  La inmensa mayoría de los que cayeron en esa trampa pagaron con sangre y lágrimas su ingenuidad al pensar que se pueden hacer tratos con el diablo. Las actuaciones son impresionantes, y la historia que presenta le motiva a uno a investigar los hechos que inspiraron su realización.  Catherine Denueve tiene un papel secundario en este film, y su interpretación es digna de mencionar, al igual que la de la actriz principal Sandrinne Bonnaire, así como los magníficos actores rusos que forman parte principal del elenco.

 Han pasado muchos años de cuando, en nuestra infancia, los tiranos nos martillaban con aquellos muñequitos rusos “de palo”, como les decíamos, donde solo se veían lentas y rígidas figuras grises abatidas por ventiscas, panorama que nuestra alegre mentalidad infantil caribeña no lograba entender o aceptar.  Qué clase de niñez tuvimos derivada de la conveniente amistad con los países del campo socialista, y de la total dependencia a lo soviético.   Debido a esa restricción con relación al cine mundial de la época, que estaba prácticamente vedado o muy filtrado en Cuba, --como todas las formas de expresión artísticas y literarias--, ahora  siempre puedo encontrar algo “nuevo” que ver,  de la filmografía internacional y americana, que me satisfaga ya sea por la dirección, fotografía, la historia que cuenta o la actuación.  Quizás esté yo también marcada por aquel síndrome de muchos cubanos que sentíamos el ansia por disfrutar pelis franco-italianas en colores.  Eso era lo más entretenido y diferente que se podía ver en Cuba en los cines durante nuestra adolescencia.  Más tarde arribaron algunas de las creativas y audaces películas de los entonces países socialistas, como Polonia y Checoeslovaquia; y también las soviéticas que nosotros llamábamos rusas, muchas de estas últimas con temas de la época de Stalin,  algunas de las cuales se habían filmado anteriormente, y permanecido censuradas hasta ese momento; o sobre la realidad soviética de finales de los 70’s y los 80’s, la más conocida de ellas es Moscú no cree en Lagrimas.  Estas películas comenzaron a exhibirse en el preámbulo a, y también durante, la época de la perestroika.  Llegaban milagrosamente a algunos cines cubanos porque eran rusas, hasta que se dieron cuenta que eran sugerentemente anti soviéticas, por  los conflictos sociales que presentaban, y sobre todo por las marcadas diferencias en la vida diaria de los  niveles de la población bajo el comunismo, dependiendo de la posición y vinculo de cada individuo con el régimen.  Y como para que nunca pueda olvidar esas últimas, una de las famosas actrices rusas de aquella época es mi vecina. Vivimos desde hace algunos años en el mismo piso del edificio que ambas habitamos, y de vez en cuando, nos cruzamos y saludamos en nuestro ir y venir.  Y aunque no conversamos de su vida anterior, el aura de aquellas obras cinematográficas y la historia rusa desde los zares hasta Gorbachev,  flota en el ambiente.  Cosas de este mundo de películas en el exilio, que siempre está lleno de sorpresas.


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