Del salto a la modernidad
por Aymara Lorente
Nadie puede negar
que gracias a la tecnología estamos todos comunicados en la distancia. Conversamos con familiares y amigos con la frecuencia
que deseamos, y ya ni en el Polo Norte se está totalmente aislado. Además de
que enviamos y recibimos documentos y fotos instantáneamente, y todo eso se ha
traducido también en mayor eficiencia y rapidez en nuestro trabajo. Esas son algunas de las muchas ventajas que
nos ofrece el uso de los nuevos inventos tecnológicos. Desafortunadamente, esta invasión electrónica
ha venido a desplazar otros objetos y
costumbres menos modernos, pero más naturales y humanos. El mejor ejemplo es la desaparición creciente
y vertiginosa de la correspondencia escrita.
Cada día menos personas envían o reciben tarjetas postales, y mucho
menos las adoradas cartas personales.
Aquí en casa,
aunque no pensamos, ni nos conviene, retener el avance electrónico y digital, todavía
tratamos de mantener en alguna medida la comunicación a la antigua. Aun enviamos tarjetas de felicitación a
familiares y amigos en las fechas especiales, y todavía nos causa gran placer. La realidad es que no sé hasta cuándo
podremos mantener este romántico propósito, que va en contra de lo que hoy se
impone.
Así también ocurre
con los libros; todavía no me siento en disposición de sustituir a ese objeto familiar,
real y tangible, por la lectura fría en una pantalla, por muy blanca y nítida
que esta sea. Ni siquiera para un viaje en avión, o la lectura en una playa, en
un parque o una plaza de cualquier lugar del mundo. Es posible que llegue en el futuro ese momento
para mí; pero, hasta ahora, coincido con los que piensan que tener en las manos
un libro es una experiencia insustituible. No es igual leer un artículo de unas pocas páginas
en un gadget de hoy, cosa que disfruto y estoy habituada a hacer, pero ya cuando
se trata de una novela, de la lectura de un buen libro, no me atrevo, ni me
atrae dar ese salto a la pujante modernidad.
Porque creo que no hay nada como pasar las páginas de un texto impreso, y utilizar un marcador con el pensamiento
puesto en el momento de retomar la lectura.
Al menos por ahora, no quiero
contribuir a la extinción de algo tan hermoso, de una experiencia tan personal.
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