Big government, big trouble
Por Aymara Lorente
Nosotros los
cubanos bien sabemos las consecuencias de que un gobierno se asigne demasiado poder. El caso especifico de Cuba
es el extremo, pero por esa misma razón creo que los que crecimos allí no
podemos evitar sentir temor cuando el gobierno del país donde actualmente
vivimos comienza a multiplicarse y a otorgarse demasiadas prerrogativas.
En el lugar que uno
menos espera que suceda esto es aquí, en los Estados Unidos, pero está
ocurriendo, y a una velocidad vertiginosa, sobre todo con el último engendro
que no acaba de nacer. El completo
cambio, más bien una transformación de 365 grados, que tratan de aplicar al sistema
de salud existente, sustituyéndolo por el mal llamado “universal”, más conocido
como Obama Care. Uno no puede creer que
un país basado en la libertad y el ingenio individual, la competencia y la
creatividad empresarial caiga en situaciones como esta, que quizás sea lógico en
países con otro origen y organización, pero de ninguna manera aquí.
Mi opinión, nada científica,
ni complicada, y que hasta una criatura con escasas neuronas podía proponer, es
que había que mejorar el alcance del sistema de salud de este país, sin tocar
lo existente, sin perturbar su calidad.
Los más pobres siempre han tenido seguro, al igual que los
ancianos. Pero había que darle esa
oportunidad a los que han perdido su trabajo, o a los que laboran para compañías
que no ofrecen seguro medico. A ellos debió
dárseles la posibilidad de adquirir seguros a bajo costo. Pero cambiarlo todo tratando de emular el sistema de
otros países, donde existen otras características y condiciones, es
completamente absurdo y extremadamente costoso.
De nada le valió a este gobierno ver las barbas de sus vecinos
arder. Me refiero al impresionante y
lamentable empobrecimiento de países como Grecia, España, e Italia, entre otros,
que debido al despilfarro administrativo y a los excesivos gastos sociales, han
tenido que tomar medidas sumamente drásticas y dolorosas porque el mal manejo
les llevo al borde de la bancarrota. No obstante, ciegamente continuaron aquí con
el descabellado proyecto, que además considero inconstitucional, por el carácter
obligatorio de su estructura.
Ingenuamente han basado el éxito del nuevo programa en la incorporación de
los jóvenes, y con el dinero aportado por ellos piensan mover toda la enorme
maquinaria burocrática e intrusiva que es este nefasto proyecto. Y a simple vista se puede captar que esa implementación representa enormes
consecuencias para la economía, las libertades civiles, y sobre todo para la calidad
de los servicios de salud que recibe la población de este país. Desafortunadamente los ancianos son los que
al final serán los más perjudicados, ellos que aquí siempre han recibido una atención
óptima. Cosa que he visto aplicada, hasta ahora, a los ancianos de la
familia.
Desde hace meses
ya todos empezamos a ver el preámbulo y a sentir los efectos.
Las pruebas médicas para las que antes no había que esperar, ahora
tienes que aguardar semanas para su aprobación.
Y qué decir del precio de los seguros ya existentes, ahora son
incosteables. A eso se suma lo peor, y
es que aquellas personas no aseguradas, pero que no quieren por ahora acogerse
al nuevo sistema “universal”, se ven en la obligación de pagar una multa, no
tan dolorosa el primer año, pero para el segundo se incrementa astronómicamente. Personalmente lo considero un ataque a las
libertades individuales y civiles. Y aunque
yo no estoy entre los que tienen que pagarla, creo que es totalmente injusto y antidemocrático.
De
todas formas, como van las cosas, esa criatura no acaba de nacer, ni siquiera
han podido echar a andar con eficiencia la website del proyecto. Ante los ojos de muchos esto no es más que una
señal de la oposición divina; o simplemente
el resultado de la lentitud lógica de una causa burocrática descomunal, de una imposición innecesaria y evidentemente
descabellada.
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