Nosotros y ellos
Por Aymara Lorente
Pero hay algo que
me causa gran satisfacción, y es que muchos de nosotros, inexplicablemente, nos
salvamos, no solo de continuar viviendo en la isla prisión, sino también de que
nos lavaran la mente con su espuma de mentiras, o que nos hicieran renunciar a
los principios de nuestros padres y abuelos.
Yo lo considero un milagro. Y
otra cosa evidentemente ventajosa para los que no nos prestamos a servir de instrumentos
a la tiranía de Cuba, ni mucho menos tratamos de destruir o ignorar la
envidiable fama de los verdaderos exiliados, esos hombres y mujeres
trabajadores, emprendedores y de familia; es que nosotros salimos con dolor
de Cuba, pero al mismo tiempo vinimos a crecer como seres humanos, a adoptar lo
mejor de las costumbres del país que nos acogió, sin olvidar las nuestras. Nos convertimos en ciudadanos del mundo, y
edificamos nuestra alma, ese será el ejemplo que dejaremos para que los que
vienen detrás puedan comparar, y tengan algo digno hacia dónde mirar, un camino
limpio que seguir. Quizás nuestra
actitud pueda ser rescatada de entre el lodo que traen consigo los que llegan
buscando una vida fácil, alabando a los tiranos con el cuchillo en la boca. Esperemos
que artículos como este de Andrés Reynaldo no desaparezcan, necesitamos que se
multipliquen. Es la única forma que
tenemos para combatir la prepotencia, la vulgaridad y la doble moral de la mayoría
de los que están llegando.
Después de leer
el artículo de Andrés Reynaldo La lengua cautiva, publicado en El Nuevo Herald,
experimenta uno la satisfacción, y también el consuelo, de sentir que no se
encuentra totalmente solo en lo que al asunto de Cuba se refiere. Este es uno de esos trabajos donde nos
podemos recrear en la forma y el contenido.
Sin utilizar un lenguaje o estilo simple, Reynaldo logra comunicar claramente,
no solo su pensamiento sobre el tema, sino también las consecuencias de lo que
la actitud de los castristas trasplantados a tierras de libertad pretende, y
desgraciadamente en un gran porciento, está logrando hacer. Y es precisamente eso: intimidar y coaccionar
para poder campear libremente por su respeto, sin que nadie les critique su
actitud parásita, y su falta de principios.
Hoy conversaba
con una amiga que reside en La Florida, y le decía que, aunque no vivo en
Miami, desde lejos he podido darme cuenta que todo lo que expone Reynaldo es
cierto, porque además me he topado con algunos ejemplares por aquí. Esos inescrupulosos buscadores de vida, que
en ningún caso permiten que se les llame exiliados, viven en Estados Unidos con
los ojos cerrados como los gatos recién nacidos. Lo hacen
en primer lugar para no agradecer nada a este país, y en segundo para pensar
que están en la isla, que siguen allí, en aquella vergonzosa metamorfosis.
Quieren borrar y desvirtuar de un palmazo la labor de tantos años del exitoso
exilio cubano, ese exilio del que me siento tan orgullosa porque ellos crearon,
construyeron, abrieron el camino para los que fuimos llegando después. Cosa que no puedo decir de esa gran oleada de
pirañas que llegan para exprimir “al monstruo” y sacarle hasta el mas mínimo
provecho. Son los mismos que proclaman que a ellos no les interesa la política,
expresión sumamente conveniente y extremadamente “safe”, que es su pasaporte para
seguir nadando entre las dos aguas. En
mi caso, por ejemplo, no me interesa ser un político, o correr para ningún cargo
del gobierno; pero si saber y opinar sobre la situación general, y por supuesto la política, porque tengo cerebro y un modo
de pensar. Vivimos en una sociedad donde,
afortunadamente, tenemos derecho a hablar y adoptar una posición. Muchos se acostumbraron demasiado al
totalitarismo, para el cuál el pueblo, su opinión, o necesidades no cuentan. Este tipo de personaje no sabe, o no le conviene,
integrarse a una sociedad democrática donde existen deberes y derechos. Y ahora además
pretenden acallar a los que sí han hecho mucho por este país, y por la reputación
de los cubanos.
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