Un día bajo el sol
En este último agosto pasamos
una jornada como deberían ser todos nuestros días; disfrutando sin
preocupaciones y sin apuros de un apacible lugar, y sobre todo de buena compañía
y natural conversación. Un ambiente
donde todo ocurre con sencillez y espontaneidad, sin que medien intereses
personales o segundas intenciones.
Cuando somos muy jóvenes todas
las personas nos parecemos y somos más o menos iguales en personalidad y
actitud, pero con el transcurso de los años, y el peso de las experiencias de
la vida, cada individuo va perfilando su carácter, su modo de ser. Así cada uno va pareciéndose más a sí mismo,
reafirmando sus características y gustos.
Por ese motivo uno a veces se siente extraño entre personas con quienes
anteriormente teníamos una relación de amistad, y que al reencontrarnos pasados
los años vemos que ya no tenemos mucho en común, y muy poco de que hablar.
Hace algunos años decidí pasar más
tiempo, y mantenerme en comunicación mas frequente con aquellas personas con las que comparto
ideas y gustos. Aunque en ocasiones uno
tiene que hacer sacrificios y compartir con alguien con quien no tenemos mucho
en común, pero esos son casos inevitables que llamamos compromisos sociales, y que no podemos eludir. Pero
llega un momento en la vida que ya uno sabe perfectamente con quien se siente
mejor, y logra alejarse en lo posible de personajes negativos y súper absorbentes
cuyo único objetivo, consciente o no, es que todo y todos tienen que girar
alrededor de ellos, de sus intereses y sus problemas.
Algo en lo que realmente creo es
que, al igual que en el caso de las parejas, los amigos están para compartir lo
bueno y lo malo que nos reserva la vida.
Pero estar pasando por un mal momento no quiere decir que tengamos que hacerles
la vida imposible a los demás. Considero
que las personas, en la medida en que van madurando, deben prepararse sicológicamente
para las duras pruebas que a todos se nos presentan, tarde o temprano. Afortunadamente, uno va encontrándose con
nuevos amigos, y conservando aquellos antiguos a quienes nos
unen actitudes y preferencias, y con ellos compartiremos nuestras fortunas y
tristezas. Por otra parte pienso que tenemos que poner alguna distancia
por el medio con otros que se han convertido en algo que no se acerca a
nuestros principios y modo de enfrentar la vida.
La mayoría de las veces depende de
nosotros que nuestro camino por el mundo esté mas lleno de momentos
placenteros que de situaciones infortunadas.
Las personas, cosas, y senderos que escogemos en la vida traen consigo
una serie de ataduras y consecuencias.
Ya en nuestra madurez tenemos que ser más sensatos, y seleccionar todo
aquello que consideramos nos va a conducir por caminos que mas auténticamente reflejen
nuestro pensamiento y valores. Asi nuestro devenir diario será mas placentero. Todos
nos merecemos días apacibles bajo el
sol.
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