El por qué del amor por el duro exilio
por Aymara
Lorente
Muchos
hombres y mujeres, a través de la historia de la humanidad, se han visto en la
necesidad de vivir en otras tierras, lejos de sus países de origen. En el caso de nosotros los cubanos, ha sido
una emigración masiva que se ha extendido por más de medio siglo. No hay que entrar en muchos detalles para
explicar el por qué de ese escape ininterrumpido hacia otras tierras, en
particular los Estados Unidos por su cercanía geográfica y nuestra historia común. Se trata en general de la búsqueda
de la libertad y de la dignidad humana.
Para nadie es un secreto lo difícil que ha resultado la vida de los cubanos en cualquier país que hayan escogido, o que el destino presentó en su camino; sobre todo en los inicios de su exilio. Sólo con la ayuda de Dios y nuestro esfuerzo individual hemos podido sobrevivir en países donde, en la mayoría de los casos, se habla otro idioma, y el clima así como las costumbres son a veces totalmente diferentes. Nos hemos tenido que ganar todos nuestros derechos uno a uno, cosa lógica porque simplemente no nacimos donde estamos viviendo. Precisamente este punto ha sido el que ha engrandecido, en la mayoría de los casos, al cubano fuera de su tierra: el hecho de que tuvimos que volver a nacer, creándonos de nuevo de pie a cabeza en la batalla para que se nos respete como individuos fuera de nuestro país. El principal enemigo que considero hemos enfrentado ha sido la desinformación de la opinión pública internacional con relación a la situación de Cuba y a las verdaderas características del régimen de La Habana. La imagen romántica que el Castrismo logró insertar en las mentes de los ciudadanos del mundo, creó un ambiente favorable para los tiranos y sus representantes, y se convirtió en un muro contra el que hemos tenido que chocar todos nosotros, los que salimos a buscar un nuevo lugar donde rehacer nuestras vidas, y que conocimos en carne propia la verdadera naturaleza de ese gobierno que, afortunadamente, no logró sojuzgarnos ni engañarnos.
Es algo extraordinario constatar como muchos de los exiliados cubanos viven actualmente felices en los países donde se han asentado. En mi caso, la tranquilidad, la libertad, y sobre todo el respeto que existe en los países democráticos desarrollados por el individuo y sus derechos es lo que me atrapó desde el primer momento, y me hizo sentir de una manera que nunca logré experimentar en mi propia patria debido al control y manipulación que ejerce la tiranía sobre cada persona. Lo que más uno puede disfrutar en estos países es que de tus acciones depende como se vaya moldeando tu futuro. Por ello existen múltiples estilos de vida, y cada cual escoge la forma que se acerca más a su propia identidad como ser humano.
En las últimas décadas, las características de la emigración cubana han cambiado notablemente. A pesar de eso, el deseo y la búsqueda de dignidad para ellos y sus
familias es lo que aun guía a la mayoría.
Es una pena que actualmente muchos no quieran sacrificarse lo suficiente
para que sus vidas se transformen por su propio esfuerzo, y que hasta se hayan
olvidado cual es el verdadero motivo de la destrucción material y moral de
nuestro país. Si estas oleadas recientes de cubanos que han emigrado trataran de adaptarse más al sistema y características
de su nuevo país de adopción, y recordaran sus sueños de libertad individual de
siempre, abrieran sus mentes al mundo, dejaran sus ataduras al país que
tuvieron que abandonar, lo que no quiere decir que dejemos de sentir por
nuestra patria y los que dejamos atrás, pero convirtiéndonos en ciudadanos del
mundo, aprendiendo, educándonos, expandiendo nuestros horizontes aprovechando
todo lo que ahora se nos propicia. Estos
últimos emigrantes también tendrán un futuro de acuerdo a sus intereses, no diseñado
por ningún gobierno o partido. Es una cuestión
de crecer como individuos, dejándonos influir por los mejores aspectos de la
sociedad que ahora nos rodea.
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