Cuando nos alejamos
Por Aymara Lorente
Puede suceder a cualquier edad, provocado por
diferentes acontecimientos. Me refiero a ese
triste hecho que representa apartarse de lo que somos, de nuestra esencia. Pasa mucho con los jóvenes de esta época
cuando se desorientan porque piensan que nadie los entiende, no se quieren
sacrificar estudiando, o porque sienten miedo, o son atraídos por las cosas
materiales y un poco de dinero fácil.
Entonces se rodean de personas totalmente distintas a su naturaleza y
tratan de imitarlos para poder formar parte de ese mundo, de “encajar” entre
ellos. Por lo general esas otras
personas son inferiores en muchos sentidos porque tienen todo tipo de
limitaciones y una falta total de aspiraciones genuinas. Este tipo de individuo es muy propenso a
satisfacerse comprando baratijas o con un poco de dinero, cosas que pueden ser
alegría superficial para hoy y vacío espiritual para siempre.
Cuando alguien comienza a alejarse de su verdadera esencia y de los principios en los que se ha criado se está separando de sus sueños de niño y de sus verdaderos gustos y pasiones. Recordar quienes somos nos devuelve a nuestro sendero, a la paz y a la felicidad. Los caminos aparentemente fáciles conducen sin remedio a la mediocridad y a la pobreza material y espiritual. En el caso de los jóvenes, concentrarse por unos años, todos los que sean necesarios, en sí mismos y en los estudios les asegura una vida llena de seguridad económica y de paz. Así serán en sus años de estudio unos sabios pobres, pero felices. Se sentirán conformes y tranquilos porque estarán creando, paso a paso, su propio futuro, su propia riqueza y seguridad. Ya mencionamos que en la vida las cosas que lucen fáciles conducen a la infelicidad, sin embargo, lo aparentemente difícil y trabajoso conlleva a un futuro sólido.
Siempre que nos apartamos de lo que realmente somos,
comenzamos a ser consumidos por la tristeza, la amargura y a cometer errores
cada vez mayores. Nada nos satisface porque estamos viviendo con las barreras
que nos imponen los demás y nuestro propio miedo. Tanto puede uno perderse en esa equivocación que
no nos damos cuenta que son los demás los que tienen limitaciones, y que
nosotros no tenemos ninguna, todo lo contrario, pero nos convertimos, por
voluntad propia, en víctimas de la pobreza mental y espiritual de otros.
Comments
Post a Comment