Cuatro cubanos bajo un mismo techo.
Por Aymara
Lorente
Este día de
Halloween cuatro cubanos coincidimos por un tiempo en una misma habitación, y recordábamos
las historias de horror que vivimos en Cuba, desde muy niños, y también los
milagros que Dios operó para permitirnos dejar atrás ese infierno. En un momento de esos animados recuentos, la más
joven del grupo se ensimismó para tratar de disimular las lágrimas. Todos nos sentíamos igual de conmovidos mientras
contábamos algunas de nuestras dolorosas experiencias bajo el control y la manipulación
que nos rodeó allí durante décadas. Cada
historia era más absurda y humillante que la anterior. Todos fuimos víctimas de
la represión de las fuerzas de la seguridad del estado y el resto de los
organismos comunistas de forma muy similar. Pero ellos además pasaron por algo
de lo que yo me libré cuando apenas comenzaba: el tristemente famoso periodo
especial, durante el cual las personas se caían caminando por las calles, o
quedaban ciegas, debido a la desnutrición, entre otros muchos males físicos y
morales que proliferaron en buena parte de los años noventa. Fue a partir de entonces cuando ocurrió la más
notable y vertiginosa decadencia de los valores humanos.
Estos cubanos fueron salvados, según contaron, por la fuerza moral de sus familias, algunas de ellas my religiosas, y su
apego a las buenas costumbres. Otros sobrevivieron por su inclinación
al conocimiento y a la educación, y al aprendizaje de instrumentos como el
piano, la flauta, la guitarra, etc., y practicando el canto y la música en general,sobre todo en las iglesias, cosa que considero fue, en el caso particular de una de las familias, la tablita de salvación que los mantuvo apartados de la
destructiva vulgaridad que allí impera.
Estas personas que he conocido mantuvieron su espíritu a salvo por pura
fuerza de voluntad, y no se dejaron arrebatar sus principios. Para nosotros mismos, esas
historias resultan dolorosamente absurdas, pero escuchando nuestra conversación
se encontraba una persona de otra nacionalidad que abría desmesuradamente los
ojos demostrando terror e incredulidad, y es totalmente comprensible. Son esas las vivencias que no deberíamos olvidar
porque ya de por si la memoria histórica de la mayoría de los cubanos se encuentra
totalmente desvirtuada por la propaganda comunista. Muchos también tratan de
olvidar para mitigar el dolor, para no
sentirse menos, o para disminuir el peso de sus malas acciones como
colaboradores del gobierno; así tratan de ver las cosas a través de un falso
cristal rosáceo. Por ello la mayoría de
los jóvenes piensa que Cuba siempre fue así porque es lo único que han
conocido, y encuentran normal ese bochornoso basurero material y humano. Otra consecuencia fatal del conveniente
olvido es que otros países, ignorantes de lo que les está viniendo encima, han caído
en la trampa del populismo, y en las garras de gobiernos ladrones seguidores y
adoradores de los Castro, que saquean las riquezas de sus países para su beneficio
personal, y para mantener a esa gran mentira que es la mal llamada revolución cubana. Por
ello admiro a un médico cubano, también prácticamente recién llegado, quien
escapó de Venezuela, y me dice que constantemente les decía y advertía a los venezolanos con quienes tenía contacto que no permitieran la intromisión cubana
en su país porque las consecuencias serian terribles. Ya estamos viendo en lo
que se ha convertido esa hermosa y naturalmente rica nación, donde la falta de libertades, la criminalidad y las carencias hacen
imposible la vida del ciudadano común, gracias al mal manejo de su gobierno, el mismo que mantuvo, y aun parcialmente mantiene, a los tiranos de Cuba.
Es impresionante
constatar como todos nosotros, siendo de diferentes edades, regiones de la isla, y características
personales, vivimos desde niños muy similares versiones de la represión
imperante, hasta el mismo instante que abandonamos aquella isla prisión. La parte alentadora que puedo agregar a este relato es que, desde hace un tiempo, siento cierta esperanza de que todo no está perdido
allí. Yo pensaba, hasta hace un par de
meses, que un enorme por ciento de las personas en Cuba estaba desmoralizado y
convertido en seres interesados, manipuladores, holgazanes, y en vulgares desechos
humanos. Creía que toda virtud había desaparecido
en la tierra que nos vio nacer, pero el haber conocido a un grupo pequeño de cubanos
que llegaron hace muy poco, y que no tienen ninguna relación entre sí, (después
de que personalmente tropecé con un desbordante desfile de desilusionantes caricaturas humanas tambien recién llegadas), y constatar
que estos pocos tienen, increíble y milagrosamente, sus ideas muy claras, y los conceptos morales intactos, me he inclinado a pensar que, al menos representado por esta
diminuta minoría, existe algún remanente allá que se ha salvado, por obra del espíritu
santo, de ser consumido por la aberración y desmoralización creada por tantos
años de destrucción de las costumbres y los valores de la
sociedad cubana.
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